jueves, 4 de diciembre de 2008

Carta a un sueño


Siento como si al cerrar los ojos aún estuvieses ahí, como si tu olor aún no se haya desvanecido de la atmósfera, como si cada átomo de tu cuerpo reviviese en mi memoria. Siento que todavía puedes silenciar mis palabras con una mirada, detenerme el corazón con tan sólo oír tu voz, y al rozarme, siento tocar con mis dedos la gloria. Por un momento creo morir, y revivir con un beso de tus labios; caer, y ser recogida por tus brazos; volar, si me prestas tus alas. Mírame, acércate, rózame, acaríciame, no temas, ven. Ahora bésame, abrázame, cómeme, cógeme y no pienses en nada más. Muérdeme, respira, apriétame contra ti y ámame. Sólo el cielo sabe lo que hacemos, solos, tu y yo.
Luego siento como la gente pasa por la calle, las nubes descargan contra mi ventana y nada me importa si estoy contigo, ni las horas que han pasado, ni en donde hemos estado, ni si es bueno o malo, solo me importa como me has amado.
Pero te vas, y un frío adiós de tus labios se convierte en el adverbio más amargo. Siento el vacío en el colchón, el frío de la noche, la soledad de una habitación oscura, cerrada. Y aquí me quedo yo, sin piel en los labios, sin fuerza. Sólo me acompaña tu recuerdo que me quema, me abrasa, me quita la vida, me arrebata el sueño, la razón, la cordura me abandona y quiero gritar pero mi voz calla, y quiero llorar, mas no me salen las lágrimas. Y no te quiero amar, pero mi corazón se desboca por tu imagen en mi memoria. Me envuelve la soledad y un sueño febril en donde estás tú, aunque no estés aquí.

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